El día antes de culminar su entrega a Dios y a los hermanos, muriendo en la cruz, Jesús, durante la última cena con sus discípulos, quiso dejar un memorial de su obra de salvación instituyendo la Eucaristía. Durante la celebración, pide a los discípulos que renueven aquel gesto y aquellas palabras en memoria de su vida entregada por amor. Con las palabras “haced esto en memoria mía”, confía a la comunidad cristiana el encargo de reunirse con asiduidad para celebrar este misterio de amor y comunión.

La Eucaristía es, por tanto, para el cristiano, el memorial del amor de Dios hacia cada ser humano, que se manifiesta en la entrega de su Hijo Jesucristo. Al participar con fe en la celebración eucarística nos unimos profundamente a Cristo y recibimos de Él la fuerza y el amor necesarios para vivir nuestra entrega generosa y servicial a los hermanos. En cada Eucaristía, actualizamos sacramentalmente este misterio de amor, pero un día al año, el día del Corpus Christi, lo hacemos con una especial solemnidad. Por eso, en esta jornada, la Iglesia celebra también el día de la Caridad, puesto que anunciamos y celebramos con profunda fe que de la Eucaristía mana la fuente de todo amor y santidad.

La Iglesia, inundada de alegría, adorna, canta, proclama y adora a Cristo muerto y resucitado en el sacramento de la fe y de la comunión. Él es el origen, camino y meta que puede dar sentido a toda existencia humana y que muestra la vocación a la que es llamado todo cristiano. Jesús nos da realmente su Cuerpo y su Sangre, verdadero maná, que alimenta nuestra vida y la llena de sentido nuestra peregrinación por este mundo hacía la patria celestial. Al recibir al Señor, recibimos el don de la comunión para vencer el virus de la división y el don del amor para hacer frente a la pandemia de la indiferencia.

Fuente: Conferencia Episcopal Española (2020). Recuperado de: https://www.conferenciaepiscopal.es/mensaje-con-motivo.../

 
 
Imagen: Raúl Berzosa.